Artes liberales para el siglo XXI
–Patricia Zalamea, pzalamea@uniandes.edu.co
¿Por qué pensar una educación en artes liberales justo en este momento histórico, ad portas de algunos de los cambios tecnológicos más tenaces de toda la historia humana, cambios que ya están transformando el sentido mismo de lo que implica ser humano y que traerán consecuencias irreversibles para el planeta que habitamos? Si bien el término ‘artes liberales’ se remonta a los orígenes de los estudios universitarios de la Edad Media, son justamente la amplitud y la versatilidad que caracterizan a las artes liberales –en su diálogo continuo entre lo que hoy en día conocemos como artes, humanidades, ciencias, y tecnologías—lo que puede entenderse como su mayor atractivo: una alternativa viable y sobre todo necesaria frente a las transformaciones de las sociedades del siglo XXI y de nuestro mundo.
En la era del antropoceno[1] –entendida como una nueva era geológica definida por el extenso dominio humano del planeta— pero también del poshumanismo, la realidad virtual, los cyborg, y el calentamiento global, se hace cada vez más vital, por no decir urgente y necesario, pensar y debatir ideas desde distintas disciplinas para encontrar puntos comunes y establecer los límites de nuestra responsabilidad colectiva, así como asumir una postura ética e ineludible frente a nuestro entorno social y natural. Poder hacerlo requiere la posibilidad de dialogar entre disciplinas y la capacidad de articular distintas formas de conocimiento. Si bien la especialización es necesaria para avanzar en el conocimiento, a nivel de pregrado puede existir una alternativa en la formación universitaria, una que permita que el estudiante se sitúe cómodamente entre disciplinas como las artes y las ciencias. Las artes y las ciencias comparten orígenes y herramientas comunes, como por ejemplo la imaginación, el ingenio y la creatividad como puntos de partida o de llegada, y que han servido para el desarrollo de nuevas tecnologías y de soluciones creativas. A pesar de que durante mucho tiempo se entendían como dos lados de la misma moneda, las artes y las ciencias tomaron caminos diferentes, y en el siglo XX se percibieron como polos opuestos. Una formación en artes liberales para el siglo XXI propone un retorno a la búsqueda de respuestas conjuntas e innovadoras a través de las intersecciones entre artes y ciencias, y a la vez un giro hacia los problemas del mundo contemporáneo desde la perspectiva de unas artes liberales renovadas y pensadas para el siglo XXI, en las que la ingeniería y las tecnologías juegan un papel fundamental.
Recuperar estos puntos de contacto entre las disciplinas obedece a la necesidad de encontrar formas innovadoras de acercarse a nuestro presente y futuro como humanidad; no se trata de recuperar lo perdido por razones nostálgicas, sino de impulsar una nueva forma de concebir las artes liberales, a través de la búsqueda de un lenguaje común entre artes, humanidades y ciencias. En la base de los estudios humanísticos está la relación estrecha con el pasado clásico, por ejemplo, pero en su relectura continua del pasado –a través de los lentes del presente— es donde podemos encontrar nuevos sentidos y darle un valor agregado a lo clásico.[2] Por otra parte, las humanidades fueron siempre el foco de la innovación científica y artística, así como el puente entre disciplinas, gracias a las habilidades comunmente desarrolladas por estas: lo que suele denominarse “connective thinking”, así como por la capacidad crítica, reflexiva, analítica y argumentativa.[3] Enfrentados a nuestro mundo contemporáneo, podríamos decir que las artes liberales del siglo XXI se mueven entre dos polos complementarios: en su búsqueda por preservar y conocer el pasado, y en su apropiación y reflexión en torno a las nuevas tecnologías y sus efectos sobre la humanidad.
[1] Término usado por primera vez en el 2000 por Paul Crutzen, premio nobel de química. Sobre algunos debates recientes en torno a la era del antropoceno, ver el número dedicado al problema de lo humano de The New Philosopher #23, n.1/2019.
[2] Como ejemplo reciente de una forma de pensar nuestro presente a través del pasado y vice versa, ver el libro compilado por Rodrigo Verano, A Ítaca desde el Guaviare. Viaje al posconflicto colombiano desde los poemas de Homero (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2019), a través del cual se reinterpretan los relatos de la Odisea y de la Iliada desde la perspectiva del desplazamiento y el conflicto armado en Colombia.
[3] Sobre el pensamiento conectivo o el “connective thinking” como una forma de entender el lugar que ocupan las ‘nuevas humanidades’ como puente entre disciplinas tan diversas como pueden ser la ecología hasta la sociología y los estudios urbanos, ver Richard E. Miller y Kurt Spellmeyer, The New Humanities Reader (Wadsworth Publishing, 2016).